El Universal
La carrera hacia la fama de Érika de la Vega ha sido meteórica. Érika es hoy una de las caras más conocidas -y más queridas- de la televisión latinoamericana. Trabajo, constancia, habilidad para adaptarse a nuevas situaciones y optimismo son factores de su éxito, pero también su belleza, su inteligencia, simpatía y autenticidad. Érika es una diva sin poses de diva. Puede ser a la vez una estrella de la pantalla y la vecina de al lado, y el público lo percibe así.
Suena increíble que haya tenido que sobreponerse a su timidez e inseguridad. Es su manera de autoexigirse lo que le ha dado muy buenos resultados, como moderar un programa para HBO (Séptimo sentido) con los mejores humoristas de América Latina… ¿quién dijo miedo?.. Pero además tiene claro que la mediocridad y la flojera son miserias humanas, por eso las mantiene a raya.
Su estado de ánimo actual: el de "ridículamente enamorada". Sus posesiones más preciadas: la medalla de la Virgen Milagrosa y su Blackberry. Se arrepiente de haber aprendido a fumar. Cuando algo está realmente mal dice siempre la misma grosería. Afirma que el mejor insulto es el que le sale del estómago cuando va manejando, por auténtico y espontáneo.
Su heroína de ficción es Lucy, el personaje interpretado por Lucille Ball. En la vida real se siente identificada con Henrique Lazo, "aunque sea de la Prehistoria", y aprecia como cualidad en los hombres el que ofrezcan amistades simples y descomplicadas. Detesta a aquellos que se creen "el papá de los helados".
En las mujeres admira la capacidad de sobrevivencia y de ser "multitasking". Heroína, su abuela Elena, una mujer generosa, quien siempre piensa en los demás antes que en ella, que expresa su amor a través de la comida, y a pesar de que no posee títulos académicos "¡no hay emoción o sentimiento que no pueda leer!".
Tita o Titi, como también la llaman, se siente feliz en un cubículo de peluquería, sobre todo después de depilarse. Considera un logro haberse leído 100 años de soledad. Miente cuando dice que va a tomarse "sólo un güisqui", la hace reír lo "lógicamente absurdo" y llora durante el período premenstrual todo lo que se reprimió en el mes… y lo que no también. No perdona la deslealtad y su idea de la fidelidad está basada en el amor propio.
El amor más grande de su vida son "los hijos que aún no tiene, pero sin tenerlos ya los ama". Espera que la muerte esté muy lejos. Le gusta pensar que es un comienzo más que un final.
En 1979 hubo una película -10, la mujer perfecta. Nadie es perfecto, pero a la hora de aproximar, podemos decir que tenemos en Érika de la Vega a nuestra "mujer 20": 10 porque es linda por fuera… 10 más por ser linda por dentro.
Carolina Jaimes Branger